domingo, 22 de septiembre de 2013

TRASTORNOS DE ANSIEDAD (3ª PARTE)







 





  





     TRASTORNOS DE ANSIEDAD (3ª PARTE) 

Seguimos hablando de estos trastornos. Hoy veremos los tres que nos faltan: el trastorno de estrés postraumático, el trastorno de pánico con o sin agorafobia y el trastorno obsesivo compulsivo.

-          El trastorno de estrés postraumático se desarrolla como resultado de un trauma que ha vivido la persona, en una situación en que ha estado en peligro su integridad física o ha presenciado a otras personas en peligro. Por ejemplo: víctimas de terremotos u otro tipo de desastres naturales, de atracos, agresiones físicas, violaciones, abusos sexuales en la infancia, guerras, malos tratos continuados por parte de la pareja,…
No todas las personas que viven estas situaciones desarrollan el trastorno, algunas, aunque lo hayan pasado muy mal, lo superan y hacen una vida normal.
Sin embargo, las personas que desarrollan este trastorno, viven en estado de ansiedad, hipervigilantes, con miedo, dejando de hacer cosas, tienen trastornos del sueño y se le vienen a la cabeza imágenes repentinas sobre la situación traumática ( flashbacks), volviéndola a revivir.

-          El trastorno de pánico se desarrolla tras sufrir varios ataques de pánico, consistentes en una ansiedad muy intensa. Puede tener palpitaciones, sensación de ahogo, calor, frío, mareos; la persona se suele asustar y creer que le va a dar un ataque al corazón, que se va a volver loco, o que  va a perder el control.
Tras sufrir varios episodios, la persona va entrando en un círculo vicioso, en que al menor síntoma de ansiedad, se asusta y sufre un ataque.
Con el tiempo, muchos desarrollan agorafobia que consiste en la evitación de situaciones donde cree que le puede dar un ataque de pánico y ser embarazoso o no poder pedir ayuda. Las situaciones típicas son supermercados, centros comerciales, calles, sitios donde hay mucha gente, e incluso salir de  casa, llegando en algunos casos a vivir encerrados por este problema.

-          El trastorno obsesivo compulsivo consiste en la aparición de pensamientos obsesivos, normalmente desagradables, que producen gran ansiedad y que la persona que lo sufre intenta aliviarse a través de una conducta estereotipada, a la que llamamos compulsiones. Ejemplos son: los lavadores compulsivos, comprobadores, contadores, supersticiosos, etc.
Los lavadores tienen el pensamiento y el temor de que se van a contaminar y ensuciar. Por ello se lavan constantemente, de una forma exagerada, por ejemplo, 20 o 30 veces al día.
Los comprobadores tienen que comprobar varias veces las cosas. Por ejemplo: si apagó las luces, cerró las puertas,… No bastándole una vez, sino varias.
Estas compulsiones: lavarse, comprobar, contar,… son rituales que necesitan hacer, interfiriendo en su vida cotidiana y creándoles problemas en su relación con los demás.
Hay un tipo de obsesión  que no se traduce en una conducta observable, es la obsesión de hacer daño a otros o a sí mismo.
En estos casos la persona piensa que va a matar o agredir a un ser querido o a otra persona, sintiéndose luego muy mal, con una gran ansiedad y culpa. Y no entendiendo para nada el porqué piensa en esto cuando es una persona pacífica y realmente no quiere hacer daño a los demás.

Todos estos trastornos que hemos visto son trastornos de ansiedad. Si son muy intensos y condicionan mucho la vida, además pueden desembocar en una depresión. Es importante tratarlos con una psicoterapia, pues si no, se cronifican y quitan calidad de vida a la persona. Los fármacos pueden ayudar en algunos casos a aliviar los síntomas, pero no son suficientes.

La psicoterapia consiste en que la persona conozca en profundidad su trastorno, en qué consiste, a qué le tiene miedo, qué le produce ansiedad.
Para en un segundo momento, aprender estrategias de manejo de la ansiedad. Y gradualmente, poco a poco, con la ayuda del psicólogo, ir aprendiendo otras formas de enfrentarse a las situaciones temidas, consiguiendo con ello aumentar la confianza y seguridad en sí mismo.
Con el tiempo, la ansiedad va desapareciendo o reduciéndose a un nivel mínimo y manejable para la persona.

   Inocencia Castellano Herrera
   Psicóloga
   inocaster@gmail.com






sábado, 21 de septiembre de 2013

QUERERSE UNO MISMO



 


QUERERSE UNO MISMO

La mayoría de los trastornos psicológicos, aunque por diferentes caminos comparten una base común: la falta de amor a sí mismo. O lo que es lo mismo: la baja autoestima.
Este término:”autoestima”, se usa mucho a nivel coloquial. De forma que muchas personas se quejan de baja autoestima, otras dicen que la tienen alta, etc.
¿Qué significa quererse a uno mismo, tener una buena autoestima?
En términos generales, quererse a sí mismo es aceptarse como uno es, con las cualidades y los fallos, los logros y los fracasos.
Tu valía no está en función de los demás, no te comparas, no dices:”soy más que” o “soy menos que”.
Es un amor genuino, como el amor de una madre hacia su niño pequeño, que le corrige los fallos, le anima en los logros y lo ama tal cual es, su niño es el mejor.
Quererse está por encima de las circunstancias personales, del momento concreto que estás viviendo. Porque por encima de todo, eres , ese ser maravilloso que está siempre aprendiendo, mejorando, que es capaz de amar y ser amado, con cualidades propias, irrepetible, cuyo lugar en el mundo no lo puede ocupar otro, porque es tu lugar.
Así, en los diferentes roles que ocupas: madre, padre, trabajador, hijo, amigo… dejas una huella única en los demás. Con tus aciertos y tus fallos interactúas con los demás y dejas tu huella, eres importante, insustituible.
¿De dónde procede esa baja autoestima que afecta a un gran número de personas? De las primeras experiencias en la vida, sobre todo de la relación con los padres.
Los padres no son culpables, como tampoco lo eres tú si tienes una baja autoestima. Pero ellos no pueden dar lo que no tienen. Y así a través de generaciones se va transmitiendo una imagen de lo que “debe ser”, de cómo “debes” comportarte, sentir, pensar.
De forma que el niño es constantemente reprendido y redirigido hacia formas de actuar y comportarse que en muchas ocasiones no se corresponden con su “auténtica” forma de ser.
Todo esto genera fuertes sentimientos de inferioridad, de querer ser distinto, mejor, de no estar contento consigo mismo. De forma que cualquier fracaso se lo toma como una prueba más de su falta de valía personal.
¿Cómo se puede aumentar la autoestima?
En primer lugar, es un proceso. Un proceso de descubrimiento, de aprendizaje, de volver a conectar con el ser interno.
No se puede comprar autoestima en una farmacia, ni en un curso de diez lecciones.
Quererse uno mismo es un proceso que se va profundizando a través de los sucesivos descubrimientos que haces de ti mismo, de las nuevas experiencias que vas adquiriendo.
Es como si te quitaras las telarañas de los ojos y dijeras: ¡Pero si éste soy yo!, ¡qué maravilla!, ¡qué respetable, qué digno de amor!

Y en adelante el camino seguirá en esa dirección, profundizando cada vez más en ese amor.

Inocencia Castellano Herrera
Psicóloga
inocaster@gmail.com